22 de noviembre de 2012

El entramado complejo de las campañas electorales: El caso Estados Unidos, I


En este artículo pretendemos analizar cuáles son los diversos factores que juegan un papel fundamental en las campañas electorales y, que pueden ser determinantes para definir a un ganador y perdedor. Para ello analizaremos las recientes elecciones presidenciales en EEUU, en donde resultó reelecto Barack Obama para otros cuatro años en la presidencia.

Para adentrarnos en el estudio de este caso, vale la pena primero revisar cómo está diseñado el sistema electoral de los EEUU, para la elección de Presidente, ya que funciona de manera diferente a la mayoría de los sistemas electorales conocidos en América Latina, ya que quien gana no es quien tiene el mayoría del voto popular sino la mayoría de delegados y votos del Colegio Electoral.

En cada elección presidencial de los EEUU se conforma un Colegio Electoral, el cual se integra por 538 delegados que equivalen al número de legisladores del Congreso, donde 435 provienen de la Cámara de Representantes, 100 del Senado (dos por cada uno de los 50 estados) y tres por el Distrito de Columbia (Washington, D.C.). Este diseño se configuró desde la fundación de los EEUU, y ha mantenido su esencia; el objetivo es que haya un contrapeso entre la elección por parte del Congreso y del voto popular. 

La forma en que opera este Colegio Electoral es la siguiente, los delegados que forman parte de este Colegio son votados por los ciudadanos, estos 538 delegados en el mes de diciembre “eligen” al presidente de los EEUU. Los delegados son postulados por los propios partidos de tal modo que al ser elegidos se comprometen a dar su voto por el candidato triunfador. En las papeletas, cada candidato a presidente lleva adjunto el nombre de su vicepresidente y el partido político al que pertenece. Pero estos votos no eligen de momento al presidente, sino que eligen en bloque a los “compromisarios” o delegados de esta opción política que irán después al Colegio Electoral. De tal modo, que los ciudadanos de cada uno de los estados eligen a una planilla de electorales que estén comprometidos con algunos de los diferentes candidatos a la presidencia. El candidato que obtenga el mayor número de votos se lleva la totalidad de la planilla, es decir, que si en un estado hay 59 votos electorales, y un candidato obtiene 29 se lleva, los 59 votos.



Los estados claves para conseguir el número de votos que garantice la victoria en el Colegio Electoral son: California (55), Texas (38), Nueva York (29), Florida (29), Pensilvania (20), Illinois (20), Ohio (18), Míchigan (16), Georgia (16), Nueva Jersey (14), Washington (12) y Distrito de Columbia (3), con estos estados se consigue los 270 votos electorales necesarios para ganar la presidencia. De tal modo, que los candidatos se concentran en los estados que tiene mayor número de votos electorales y que no están definidos por algún partido, como si sucede con algunos estados como el de Nueva York que tiende siempre a votar por el partido demócrata. Cabe añadir, que cada estado tiene su propia legislación electoral, de tal modo que no tienen un órgano que centralice las funciones de organizar y vigilar el proceso electoral. 

Ya constituido este Colegio Electoral, se reúnen en las sedes del poder legislativo de cada estado o en otros lugares designados, a mediados de diciembre y eligen a su vez a la fórmula que tendrá a su cargo el gobierno de EEUU, sin embargo, el ejercicio de este órgano suele ser un mero formalismo, ya que se sabe de antemano que los resultados obtenidos el día de las elecciones simplemente se refrendarán. Por otro lado, esto hace que el voto popular quede en segundo plano en muchas ocasiones, ya que varios presidentes de EEUU no han obtenido la mayoría en el sufragio popular pero si el del Colegio Electoral, el caso más reciente y polémico fue la elección de George W. Bush en el año 2000. 

Factores presentes en el proceso electoral de los EEUU: la figura presidencial, el financiamiento, el gasto en publicidad y los grupos organizados 

El primer debate por la elección a la presidencia en EEUU, dejó ver claramente lo importante que es para los electores la figura presidencial, del Jefe de Estado, al ver a un Barack Obama, apático y amable frente a su contrincante duro y puntual, hizo que las encuestas cambiarán sustancialmente. Los tropiezos que había tenido Mitt Romney durante la campaña, pusieron en una ventaja cómoda a B. Obama, sin embargo, el primer debate expuso ciertas deficiencias del candidato demócrata, a tal grado que lo que se tenía asegurado se puso en riesgo. 

En medio de un contexto de crisis económica, de amenazas a la seguridad regional en Medio Oriente, con el caso de Irán y la muerte del Embajador en Libia, los electores estadounidenses buscaban una figura que tuviera un carácter fuerte, aguerrido e incluso agresivo, para hacer frente a tales riesgos. El peso del régimen presidencialista de los EEUU y su poder como potencia mundial, hace que la figura del presidente tome mayor relevancia, aunado a que la historia de los diferentes presidentes ha mostrado cómo han reaccionado los electores estadounidenses, tal como el caso de Jimmy Carter, que se le vio como un hombre falto de carácter e incapaz de hacer frente a los conflictos internacionales. 

Cabe anotar, que en la mayoría de las ocasiones, frente a una grave crisis económica o social, las sociedades tienden a buscar o elegir a alguien que señale y enjuicie al responsable de dicha situación (los adinerados, los inmigrantes, los países vistos como colonialistas, alguna comunidad o religión, entre otras), y que a su vez generé un sentimiento de seguridad, frente a las amenazas internas o externas. 

De tal modo que el papel que juega la imagen que se pretenda reflejar al electorado en términos del contexto e ideario, es fundamental para definir una elección. Es así que Romney al mostrarse más agresivo frente a su contrincante, y hacerse pasar por más asertivo frente a la impericia del otro candidato, incidió en que el electorado modificará la tendencia favorable hacia Obama. No por nada, en los debates consecuentes se vio a un Obama más agresivo y hasta un poco fanfarrón. Pero era claro, que esa era la figura que el electorado quería ver en un Jefe de Estado. Asimismo, el huracán Sandy se convirtió en una oportunidad en la campaña de Obama, ya que le permitió el escenario para reflejar la capacidad que tenía como jefe de Estado para hacer frente a una crisis, -en este caso un desastre natural. El presidente lo sabía y lo supo utilizar a su favor, sin evidenciar de manera cínica que estaba haciendo campaña con la catástrofe provocada por Sandy. De tal modo, que pudo restituir en gran medida esa figura de jefe de Estado, frente a la actitud apática y “débil” del primer debate.

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