Lo sucedo con Antonio Attolini,
en donde se le “linchó” en las redes sociales y en parte de la opinión pública,
por su decisión de integrarse a una mesa de análisis en FOROtv de la empresa
Televisa, nos hace revisar hasta donde los movimientos sociales terminar por
ser monolíticos, dogmáticos y poco abiertos a la diferencia.
Haremos un breve análisis de los
movimientos sociales más recientes, el de López Obrador, el Movimiento por la Paz con Justicia yDignidad y el #YoSoy132. Cada uno de estos, desafortunadamente, han
tenido como denominador común, en algún momento de su vida, un puritanismo en
sus ideas.
Antes de iniciar el análisis, es
importante comprender qué es un movimiento
social. Zemelman en un artículo “Movimientos sociales, acción e identidad”
publicado en la revista Zona Abierta define
los movimientos sociales como “los proyectos que apoyan e impulsan los
diferentes sujetos sociales que coexisten en la sociedad.” A partir de esta
definición, podemos señalar que un movimiento social es todo aquel proyecto que
es construido, compartido e impulsado por diversos actores de la sociedad, aglutinando
diversas perspectivas en torno a un mismo objetivo; el cual se detona a raíz de
un hecho que conmueve y afecta (o que se siente afectada) a una parte
importante de la sociedad.
Los resultados de las elecciones
presidenciales del año 2006, hicieron que el descontento de un candidato y de
los partidos que lo postularon -alegando la probabilidad de un fraude electoral-,
trascendiera del ambiente institucional, trasminándose este descontento hacia
una parte importante de la sociedad. Asimismo, la figura carismática de López
Obrador hizo que la exigencia del recuento del total de los votos, se
convirtiera en una exigencia social. Partidos políticos, académicos,
organizaciones civiles y algunos medios de comunicación se unieron a la
exigencia del recuento total de los votos. Durante los primeros dos años, se
logró mantener la fuerza y la cohesión de este movimiento, sin embargo, se
dieron posiciones dogmáticas y poco plurales al interior del movimiento que
fueron mermando la capacidad y el número de actores que lo habían apoyado.
Uno de estos factores de
disidencia y de poca apertura, fue el de no reconocer al presidente electo, ni
tener algún tipo de interlocución con el partido ganador. La palabra “negociación”
se convirtió en sinónimo de “traición”. De tal modo, que todo aquel que
aceptará sentarse a negociar con el presidente de la República o con el Partido
Acción Nacional (PAN) eran traidores al movimiento. Uno de los momentos negros
a recordar sobre esto, fue la crítica agresiva que se hizo de la figura Cuauhtémoc
Cárdenas, por aceptar presidir el “Comité Organizador del Bicentenario de la
Independencia y el Centenario de la Revolución Mexicana” que le ofreció el
presidente Vicente Fox. La forma en cómo se le maltrato por parte de sus
correligionarios del partido y simpatizantes de López Obrador, hizo que el
renunciará a presidir dicho comité. La renuncia no sólo significó la ausencia
de tener unos festejos memorables y de hacer un llamado a la unidad nacional,
sino que además representó la forma en cómo serían tratados todos aquellos que
no estuvieran de acuerdo con los postulados de ese movimiento, o que decidieran
tener algún tipo de relación con los que se habían “robado” la elección, serían
llamados traidores.
Esta misma postura hizo que dicho
movimiento social perdiera su capacidad de efectividad y de generar mayor
consenso entre diversos actores. El rechazo a hacer coaliciones electorales
entre el PAN y el PRD para elecciones para gobernador en los estados, hizo que
el PRI capitalizara esto y por consecuencia significó el debilitamiento
electoral del partido. El mantenerse en la lógica de llamar “espurio” al
presidente electo y no salir del discurso del robo de la elección, hizo que
varios simpatizantes de López Obrador y del movimiento, dejarán de apoyar.
En el caso del Movimiento por la Paz con Justicia y
Dignidad (MPJD), más que tener una posición ideológica excluyente de
adentro hacia afuera, más bien fue a la inversa. El asesinato del hijo del
periodista y poeta Javier Sicilia hizo que surgiera un movimiento que diera voz
a las diversas víctimas anónimas producto de una guerra contra el narcotráfico,
además de hacer posible de cuestionar la estrategia de seguridad seguida por el
presidente Calderón. Sin embargo, el hecho de que Javier Sicilia, decidiera
abrazar y besar a diferentes figuras del ámbito político, hizo que le cayeron
una serie de críticas mordaces y duras, sobre esta actitud.
Sicilia llamaba en los mítines públicos y
marchas a no hacer expresiones de denuesto o de odio en contra de autoridades o
figuras políticas. Su discurso mantuvo una congruencia casi intachable, logrando
que posiciones a veces tan opuestas como las que aglutina Enrique Krauze o la Jornada y Proceso, le dieran un apoyo irrestricto al movimiento. Sin embargo,
a partir de los Diálogos de Chapultepec,
en donde Javier Sicilia, -en un diálogo respetuoso pero fuerte, criticó la
política de seguridad contra el crimen organizado-, abrazó y le entregó un
rosario al presidente, hizo que cayeran cientos de críticas de diversas posiciones, tanto de
sectores contrarios al movimiento como de quienes lo apoyaban (extrema se tangunt). Lo mismo pasó,
cuando lo hizo con Manlio Fabio Beltrones y los candidatos a la presidencia de
la república. Frases como “¿quién besa al asesino de su hijo?”, “con besos no
se acaba la guerra”, estaban cargadas de resentimiento y de denostación en
contra de Sicilia. En el fondo lo que se quería transmitir es que no se puede
tener diálogo alguno con “el enemigo” o “el represor”, quien así lo haga se
convierte, de nuevo, en traidor.
Un hecho más evidenció el
puritanismo de aquellos que criticaban al MPJD. Las críticas que hizo Javier
Sicilia, cara a cara, hacia López Obrador, lo convirtieron de nuevo, en un “vendido”
y “traidor”. Aunque Sicilia fue igual de crítico con todos los candidatos -incluso
mucho más con Enrique Peña Nieto-, los sectores que se enfurecieron por las
críticas hechas a López Obrador, no vieron esto. Si bien en medio de una
campaña electoral, las pasiones se desbordan a la hora de apoyar a algún
candidato, actores que algún momento apoyaron al MPJD, se volvieron detractores
de este al ver en la crítica a López Obrador, un “favor” a los opositores. El
mensaje que se mandaba es “no se puede juzgar o criticar a alguien cuando esto
implique favorecer al contrincante”, argumento similar al que se esgrimió
durante la guerra fría, y con el cual se quiso acallar las voces críticas hacia
la Unión Soviética o Cuba, porque esto implicaría hacerle un favor al imperialismo
yanqui.
El movimiento #YoSoy132,
surge a raíz de la forma en cómo las televisoras y algunos medios impresos,
deciden dar cobertura a la visita de Enrique Peña Nieto, como candidato, a la
Universidad Iberoamericana, Campus Ciudad de México. Cientos de jóvenes se
sienten indignados por la cobertura informativa que hacen los principales medios
(en particular contra Televisa), dando información parcial y sin mostrar la forma
en cómo había sido repudiado el candidato del PRI por varios jóvenes de dicha
universidad, lo que hace que estudiantes de diversas universidades privadas y
públicas salgan a manifestarse y a generar un movimiento que llama a la
democratización de los medios de comunicación en especial en el ámbito de la
televisión. Logrando que la campaña tuviera un cariz diferente y que el tema de
la competencia en los medios y las telecomunicaciones se pusiera como un tema
prioritario en la agenda pública. No obstante, la intolerancia y la poca
pluralidad también se hizo presente. Televisa se convirtió en el enemigo
público de este movimiento, nada de tratos ni negociaciones con la televisora.
Es así que el hecho de que Antonio Attolini, estudiante del Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM) y una de las
figuras más destacadas de este movimiento, decidiera unirse a un programa de
análisis en el canal de FOROtv de Televisa, lo convirtieran en un “traidor” y “empleado
de Televisa”. Si bien al formar parte de un programa de la televisora, puede
poner en cuestión su posición crítica hacia la misma, eso no lo convierte en un
oportunista o que haya traicionado las convicciones que sigue #YoSoy132,
y que el comparte. Aunado a que, un movimiento social no puede depender de una
persona, dado que eso lo hace vulnerable. Sin embargo, el hecho de que un
miembro destacado de este movimiento haya decidido unirse a un programa de
análisis, eso no lo convierte en un “arribista” como lo han llamado, más bien
ayuda a que se genere un debate mucho más plural, en los medios que existen.
Al generarse una opinión pública,
-dentro de la propia Televisa-, mucho más plural y favorable a la competencia
en los medios de comunicación, favorece condiciones para que esto a futuro sea
posible. Si alguien que tiene una posición crítica sobre determinado tema y
tiene capacidad para argumentar y dialogar, se excluye del ámbito público, es
absurdo. Quienes desean mantenerse en el anonimato de las marchas por
permanecer fieles a sus posiciones, me
parece adecuado, pero no por eso descalifica a aquellos que desean que esas
mismas posiciones puedan llegar a más audiencia y que vayan permeando en la
población. El diálogo y el debate enriquecen la vida pública, los soliloquios y
el ostracismo, la empobrecen. Las ideas críticas por sí mismas no son
inamovibles, si lo son se convierten en dogma.
Los movimientos sociales que logran
sus objetivos a largo plazo son aquellos que se mantienen abiertos, que incorporan
a diversos sectores de la población (ya que en eso radica su fortaleza) y que
generan debate entre posiciones contrarias. El puritanismo ideológico en que en
ocasiones caen estos movimientos, los puede hacer cavar su propia tumba. Habría
que pensar, qué tanto estamos dispuestos a perder por mantener una idea o posición
intransigente, o por convertir a aquellos que disienten de nosotros en “traidores”.