La contienda entre Henrique
Capriles y Hugo Chávez, polarizó férreamente a la sociedad y contrario a lo que
se esperaba, del posible desconocimiento de los resultados electorales por
parte del opositor del actual presidente, no fue así, Capriles reconoció que
los resultados daban como ganador a Chávez, además de felicitarlo, lo exhortó a
que gobernara tanto para aquellos que habían votado por él, como por los que no
lo habían hecho. Por otra parte, contrario a su retórica desdeñosa de Chávez -por
el refrendo de su poder vía las elecciones-, éste dio muestras de mesura y
también de reconocimiento a su contendiente, así como los votantes de este
candidato. Pero ¿qué pasa en Venezuela, no se nos decía que vivía una frágil
democracia?, ¿dónde están los posibles enfrentamientos que devendrían del
proceso electoral? Si el presidente Hugo Chávez ha puesto en declive a la
democracia venezolana, ¿por qué los opositores siguen reconociendo los procesos
democráticos como vía para alcanzar el poder? No hay respuestas únicas a
estas preguntas, cada una requiere de relacionar diversos factores y
hacer algunos matices.
Para analizar los procesos
electorales en Venezuela y medir la solidez de su democracia, son varios
elementos que hay que tomar en cuenta, el principal, el presidente Hugo Chávez,
seguido de su relación con los medios de comunicación, así del diseño actual de
las instituciones electorales y por último, los opositores.
Hugo Chávez, ha venido a
representar a uno de los “modernos caudillistas” que han tomado un especial
auge en Sudamérica, como Ecuador, Bolivia y Argentina. Estos modernos
caudillistas, comparten rasgos con los prototipos de caudillos del siglo XIX y
XX de Latinoamérica, donde el poder y el carisma se condensa en una sola
persona; se maneja una retórica nacionalista de tintes marxistas o soviético;
llevan a cabo una serie de reformas económicas y sociales para reconcentrar el
poder en el Estado; focalizan la ayuda a los sectores más pobres, pero
sustentado los programas o acciones en un dispendioso manejo de los recursos
públicos. Con la gran diferencia que estos caudillos modernos, no buscan el
ascenso y la continuidad en el poder vía la lucha armada, los golpes de estado,
o el cese de las instituciones democráticas, sino que lo hacen a través de los
propios cauces democráticos, pero con la intención de perpetuarse. Comparten la
idea y la intención con los caudillos tradicionales, de que para que haya
mejoras sociales y económicas de la población, ellos deben permanecer en el
poder ad infinitum, un cariz sumamente
antidemocrático.
Hugo Chávez, encaja bien en esta
descripción de los “caudillos modernos”. Si bien, éste intentó arribar al
poder, vía un golpe de estado desde el Ejército, el resultado fue infructuoso.
Desde entonces comprendió que el contexto internacional y local, se había
modificado sustancialmente. La “tercera ola” o la democratización de los países
en América Latina, a finales del siglo XX, ha hecho improbable la vuelta a las
dictaduras militares y los caudillismos. No obstante, Hugo Chávez, podría decirse
que es el primer personaje político que ha hecho un equilibrio riesgoso entre
caudillismo y democracia. Desde el fallido golpe de Estado en 2002, Chávez
salió mucho más fortalecido y avispado para poder consolidar y darle
continuidad a su mandato. Se percató fácilmente del poder de los medios de
comunicación, en especial de las televisoras,
de tal modo, que no sólo decidió
quitar las concesiones a algunas empresas, sino que decidió convertirse en la
principal estrella de un show, que ha
durado catorce años, -y que es probable llegué a los veinte-, si es que su
principal enemigo, el cáncer, no lo derrota antes. Ha hecho de sus programas
como Aló Presidente y otros, un lugar
en donde teatraliza el poder para un pueblo necesitado de atención, por la
indolencia de varios gobiernos frente a la pobreza que ha azotado a gran parte
de la población. Manda, fustiga a sus ministros, ordena decretos en favor de
los más pobres, canta, llora y hasta evangeliza. Chávez ha hecho de su poder,
una segunda vocación, la actuación.
Aunado al uso de los medios, como
un segundo poder que lo reviste, Chávez ha utilizado los recursos públicos y el
petróleo, para consolidar su figura en la región y en su país. Ha incrementado
sin duda el número de universidades, ha generado un sinfín de programas para
los más necesitados y ha hecho del petróleo un medio de cambio diplomático.
Volvió a situar a Estados Unidos como el “imperio” del siglo XX, hizo de Bush
-uno de los presidentes más impopulares en el mundo-, un escalón para subirse a
la plataforma internacional y situarse en su país como uno de los adalides que
defiende a la región del Goliat. La utilización de los medios de comunicación,
el uso de los recursos públicos y el petróleo, y su retórica soviética le han
generado dividendos, pero al parecer estos se han ido agotando, dado que su
triunfo apenas obtuvo un poco más del total de la votación.
Si bien los altos índices de
delincuencia, la corrupción y la enfermedad del presidente han mermado su
influencia, ha sido también el trabajo
disciplinado de la oposición, en donde se mezclan diversas posiciones, tanto
las golpistas como las democráticas, pero al final todo se ha hecho bajo los
cauces electorales.
Antes de revisar qué ha pasado
con la oposición, es importante hacer un alto en las instituciones electorales
de Venezuela, para poder analizar en qué medida estás aún mantienen su solidez
y autonomía, o han quedado bajo el manto del presidente. El Consejo Nacional
Electoral de Venezuela, está reconocido como uno de los cinco poderes
independientes del país, es decir, forma parte del equilibrio constitucional de
la división de poderes, con lo cual le da un amplio margen de garantizar la
transparencia e imparcialidad de las elecciones y a la vez, le dota de certeza
y autonomía necesaria, frente a la tentación e intromisión de diversos poderes,
tanto instituidos como fácticos. Esto en parte explica cómo es que la oposición
a pesar de sus desventajas frente al poder de Chávez, no ha decidido desconocer
los procesos electorales.
En lo que se refiere a la
oposición al chavismo, ésta no había
tenido tal fuerza, como en estas pasadas elecciones. El momentáneo golpe de
Estado dado por algunos opositores, los sacó de inmediato del escenario público
y su desprestigio fortaleció a Chávez. Sin embargo, las protestas estudiantiles
que se dieron en 2007, hicieron resurgir a la oposición y una gran parte de la
sociedad se percató de los riegos que un presidente concentrara tanto poder. Asimismo,
éste fue evidenciando sus rasgos autoritarios al descalificar a los
estudiantes, como manipulados, y defensores de corruptos y asesinos. Por otro
lado, el rechazo a debatir con un grupo de intelectuales liberales, en
particular con Vargas Llosa, fue desnudando fácilmente su persona. Todo esto
hizo que la figura de Chávez, fuera perdiendo ese aura de “héroe patrio” que él
se quiso labrar. Por su parte, los partidos opositores fueron ganando terreno
en alcaldías de tal modo, que su poder electoral se fue consolidando. Es así
que en estas elecciones, se concertó una coalición entre numerosos y
variopintos partidos que se oponen al régimen de Chávez, seleccionando a Henrique
Capriles, un candidato joven, profundamente religioso, pero con vocación
democrática. Este personaje, de ascendencia judía y abogado, capitalizó el
hartazgo frente a la corrupción y la delincuencia generalizada en el país,
asimismo, inspiró una renovación democrática del país. Lamentablemente, no le
alcanzó para derrotar a un Chávez debilitado en lo físico, pero aun
concentrando gran parte del poder institucional y mediático.
El devenir político de Venezuela
se augura, un Chávez que se ve mermado por el cáncer, un gobierno y un
oficialismo debilitado por el cáncer de la corrupción y la acumulación excesiva
de poder. Una nueva generación que se ha hecho presente en la vida política,
una oposición más organizada y estratégica, frente al ostracismo propio e
impuesto. Chávez no podrá perpetuarse, como él desea, y aunque muchos de sus
partidarios, lo desearían, Venezuela tiene pocas posibilidades de volver a ese
caudillismo tradicional o a una dictadura. Pronto veremos la vuelta a una
democracia sin esquizofrenias, pero quizás este trance histórico no deje de
tener secuelas negativas para gran parte de la población.
La situación política de este
país es tan sui generis que hará a
varios politólogos y sociólogos analizar cómo es que Venezuela pudo lidiar con
el caudillismo y la democracia sin romper ese frágil equilibrio.
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