Analizar
la actual campaña electoral en Estados Unidos (EEUU), implica revisar cuáles
han sido los principales temas que han estado presentes para atraer al
electorado estadounidense y así poder hacer un contraste sobre lo que ha
imperado en esta campaña.
Revisando
las campañas electorales de los últimos dos decenios, uno puede darse cuenta
que han dependido en gran medida del contexto a nivel internacional y de la
economía interna, durante la campaña de Bill Clinton vs George H. Bush, el tema
principal fue el fin de la guerra fría, un rediseño de la política exterior con
una posición más de aliado más que de interventor (invasor), así como la
intervención en Kuwait y la confrontación con Saddam Hussein, tan bien es
cierto que salieron temas a relucir como los affaires de Bill Clinton, y su uso
de mariguana, pero estos no tuvieron mayor resonancia. En la siguiente campaña B.
Clinton vs Bob Dole, dependió más de temas relacionados con la política
interna, la seguridad social y el crecimiento económica, a nivel internacional
no había mucho que debatir. La competencia Al Gore vs George W. Bush, se centró
en temas domésticos como seguridad social, y en particular recuperar el “honor”
del titular de la Casa Blanca a raíz del caso “Lewinsky” con el presidente
Clinton. En la campaña de George W. Bush vs John Kerry, el tema estuvo
prácticamente centrado en la política exterior, principalmente en la invasión
en Irak, y la manera en cómo estaba siendo manejado y la seguridad nacional,
fueron los principales temas. En la de Barack Obama vs John McCain, el tema del
manejo de la intervención en Irak, así como la crisis económica, de nuevo la
seguridad social fueron los principales temas. En la siguiente campaña Barack
Obama vs Mitt Romney, los temas estuvieron centrados en temas internos, sobre
todo lo que tiene que ver con el crecimiento económico y el ObamaCare.
Como
se puede observar los temas que han estado presentes en las diferentes
campañas, el tema del papel militar en el exterior de EEUU, así como su
economía y temas de política interior y seguridad nacional han tenido un papel
preponderante en la manera en cómo se maneja, se explota o se manipula algún
tema en particular.
Sin
embargo, en la presente campaña electoral, ha tenido una singularidad, por dos
factores principales, el primero es que el candidato republicano, es alguien
que proviene fuera de las líneas republicanas, es decir, no ha sido un político
de carrera del partido como los otros candidatos, aunado a la personalidad
polémica y mediática; el segundo, es que la candidata demócrata, es la esposa
del ex presidente Bill Clinton, quien tuvo una presidencia eficiente y
reconocida en diversos temas, pero también con escándalos sexuales, en
particular, el caso “Lewinsky”, y que la candidata ha tenido que manejar la
carga negativa más que la carga positiva de la administración de su esposo.
Estos han sido los principales elementos han guiado esta campaña, porque
mientras que las otras se centraron en la política interior o exterior, ésta se
han centrado en la persona de cada uno de los candidatos, y la debilidad o
descredito de uno es la fortaleza del otro.
En
el caso de Trump, su evasión de impuestos, así como sus actos y declaraciones
misóginas, así como las insinuaciones de agresión sexual han sido el principal
platillo de la campaña de Hillary Clinton, lo cual ha debilitado al candidato
republicano y ha atraído votos hacia la demócrata. No obstante, el mal manejo
de los correos como Secretaria de Estado, los affaires de su esposo y las filtraciones de los correos de los
demócratas, que la dejan ver como alguien que utiliza todos los medios para
conseguir lo que quiere, han restado la credibilidad de la candidata, en particular
en un sector, más liberal, independiente y también el de un sector más ligado a
la izquierda, y que en su momento apoyaron fuertemente al precandidato Bernie
Sanders.
Es
así que uno de los principales elementos de esta campaña es concebir a las
personas como la principal fortaleza o debilidad de la campaña, más allá de las
propuestas e idea de gobierno que tengan en su plataforma. Es cierto, que los
dos candidatos han delineado parte de sus propuestas, de entre las que destacan
por parte del republicano: cambios en el manejo de la política exterior con
respecto a la OTAN, en cuanto a aportaciones económicas (limitar los recursos
que se aportan y que los otros países aporten más), o en establecer una
relación más de colaboración con Rusia, en particular, con Vladimir Putin; en
construir un muro que cubra toda la frontera de México-EEUU; de hacer
revisiones a personas de religión musulmana o provenientes de Medio Oriente,
para ver sino pueden ser radicales islámicos y que cometan atentados en EEUU,
entre otras; por parte de la demócrata, destaca el revisar ciertos puntos sobre
el TLCAN con México y EEUU, y establecer una política de mayor proteccionismo;
tener una política de mayor alianza con los países europeos y contener el
avance de ISIS y de Rusia en Medio Oriente; seguir la misma política de B.
Obama en materia de inteligencia militar y su desarrollo tecnológico, para
evitar mandar más tropas; por otra parte, tratar de recuperar algunas
propuestas de Bernie Sanders en lo que tiene que ver con becas y acceso a nivel
superior para evitar los grandes endeudamientos de los estudiantes.
A
pesar de lo irrealizables o poco innovadoras de algunas de sus propuestas,
éstas no han salido a relucir en la campaña, más bien lo que ha tenido un peso
significativo, es la persona y la personalidad de los candidatos. Trump ha
utilizado los dichos de B. Sanders, al decir que H. Clinton “no tiene buen
juicio”; por otra parte, la relación que tiene con prominentes financieros,
como Warren Buffet, implica que los beneficiaría y que por eso financian su
campaña; ha dicho que le falta carácter (stamina)
para poder ser presidenta; otro elemento que ha explotado el republicano es el
manejo de correos por parte de la Secretaría de Estado, señalando incluso que
si él llegará a ser presidente ella estaría encarcelada. Por su parte, Hillary
Clinton, ha explotado las diversas declaraciones que Donald Trump ha hecho
sobre las mujeres, tales como que una mujer embarazada es “inconveniente” para
los negocios; de que está en contra del aborto, y que incluso quienes lo hagan
deberían tener algún tipo de castigo; así como su participación en reality shows; las recientes grabaciones
en los que señala que él puede tocar sexualmente a las mujeres sin
inconveniente; de igual modo, su “ingenio” que él tiene para pagar mínimos o evadir
impuestos, así como su explosivo carácter que lo hacen ver (lo que en el fondo
es) como autoritario y visceral.
Lo
anterior nos hace analizar ¿cuáles son las implicaciones de que las campañas y
la política electoral esté centrada en las personas y no en las plataformas de
campaña?, y ¿qué impacto tiene en la consolidación o debilitamiento de un
sistema democrático e institucional?
En
lo que concierne a la primera cuestión, la respuesta es casi evidente, las
propuestas de campaña dejan de estar en primer plano, no son diseccionadas y
analizadas, y no se puede avizorar de manera clara cuál será el plan de
gobierno que tendrá el próximo presidente(a). Si bien es cierto, que la mayoría
de las campañas electorales en la mayoría de los casos, están basados en slogans
y propuestas fáciles, es cierto, que en el momento en que los medios de
comunicación, en particular la prensa, medios de análisis, centros de pensamientos
y articulistas hacen una revisión de éstas, las pueden hacer accesibles y
analizables a una gran parte del electorado. En el caso de esta campaña, la
prensa y ciertos centros de pensamiento, han analizado algunas de las
propuestas de Trump y Clinton, en la cual en la mayoría de los casos, sale mal
parado el primero, éstas prácticamente han pasado desapercibidas para gran
parte del electorado.
También
visto desde una óptica política y de gobierno, la pulcritud y probidad de la
vida personal de alguien, no se traduce de manera directa en capacidad para ser
un buen servidor público o hacer un buen gobierno. En cambio la capacidad,
conocimiento y liderazgo político y el manejo adecuado de sus funciones como
servidor público, si pueden ser factores que lo determinen más allá de su vida
personal. No obstante, alguien pudo haber sido un servidor público con una
carrera pública intachable, pero eso no significa que tenga todas las
actitudes, y en particular para una presidencia como la de EEUU, que es
pragmática, realista y en ocasiones amoral.
Si
valoramos a las personas desde el ámbito de lo personal o de lo público,
tendría que estar relacionado con las funciones que se quería capaz de generar
para el puesto que encabezaría, en este caso una presidencia, que requeriría
conocimiento sobre política exterior, diplomacia, cabildeo, negociaciones,
liderazgo, capacidad para conformar un buen equipo de trabajo, experiencia en
el servicio público y manejo apegado a lo que establece la ley. Esto definirían
a una persona que cubre las características más relevantes para ocupar una
posición de tal magnitud. Esto no significa que alguien que en lo particular es
misógino, xenófobo, autoritario o incluso con actitudes delictivas deban pasar
desapercibidas para ocupar un cargo público, pero es importante señalar que un
político al llegar al poder, el contexto y el sistema institucional contienen
su persona y lo llevan a tener que ser más realista y pragmático más allá de
sus propias ideologías o personalidad.
Pero
centrarnos sólo en ello, sería pensar que una presidencia y un gobierno, se
componen de una sola persona, cosa que no corresponde a la realidad, por lo que
vale la pena revisar cuál es la plataforma de gobierno que se tiene ideada y
que se pretende implementar, que desafíos está observando en materia económica,
política exterior, política social, seguridad exterior e interior, entre otras.
No hay claridad sobre la propuesta económica de ambos candidatos, se desconoce
la manera en cómo generarán más empleos, de manera específica y con planes a
largo plazo, cómo se rediseñará la relación Medio Oriente-Rusia, cómo se establecerán
medidas para los nuevos y viejos acuerdos comerciales, qué se hará para
enfrentar a largo plazo temas ambientales como el del calentamiento global, se
desconoce que tipo de relación se establecerá ahora con Cuba y con
Latinoamérica, habrá una nueva era o se dará continuidad a lo hecho por la
administración de Obama, qué temas se proponen en cuánto al abuso policial
hacia la comunidad afroamericana, y cómo se pretende saldar a largo plazo las
tensiones raciales que siguen presentes en ese país, qué se pretende hacer en
materia de regulación financiera para evitar que suceda una crisis como la de
2008 y qué alianzas o mecanismos se generarán a nivel internacional para la
regulación financiera, así como para hacer frente al lavado de dinero, qué tipo
de política se tendrá sobre las drogas, seguirá la del prohibicionismo a nivel
internacional, o se seguirá la que el propio EEUU la de la legalización de
ciertas sustancias, y por ende el apoyo a esta tendencia a nivel regional. Son
una serie de interrogantes que han quedado en el limbo, porque lo que ha
importado más es saber si Trump tiene más declaraciones misóginas o si saldrá
una nueva filtración de algún correo que revele la avaricia de poder de Hillary
Clinton.
En
lo que corresponde a la segunda pregunta, sobre el debilitamiento o
fortalecimiento de un sistema institucional centrado en lo personal, la
respuesta no es tan inmediata, porque un sistema institucional sólido puede
sobreponerse al personalismo de los candidatos o políticos, como es el caso de
los EEUU, las tensiones generadas a base de insultos o descalificaciones de la
persona, son intranscendentes en un sistema que cuenta con sistema de partidos,
elecciones y un sistema electoral confiable y transparente, intrascendentes en
el sentido en el que no dañan su credibilidad, ni implicarían que tendrían que
ser puestas a modo, dado que tienen un congreso y un sistema judicial que puede
contener las aspiraciones autoritarias o populistas del Ejecutivo.
Lo
que haría debilitarlos en el sentido de su credibilidad, es que el oponente que
pierde, no acepte la derrota, y haga señalamientos de fraude o manipulación de
las elecciones, tal como ocurrió en el caso de México, en la campaña del 2006,
cuando el candidato perdedor Andrés Manuel López Obrador, arguyo un “fraude
electoral”. Si bien, esto no significó el derrumbamiento de un sistema
institucional democrático, si lo debilitó en términos de su confianza, esto es
lo que podría lograr Trump, si es que como lo dijo en el último debate, dejará
en suspenso si acepta o no los resultados de la elección.
Sin
embargo, lo que puede debilitar institucionalmente a un sistema democrático es
que el partido que nomine a un candidato se centre en la persona como medio
para competir y formar parte del sistema partidario-electoral, porque entonces
se construiría una institución a modo de una persona, y al interior de este
partido no se establecerían reglas institucionales y no estarían basadas en el
marco que los regula, sino en la persona que los lidera. Otro aspecto, que
debilitaría un sistema democrático, es que si llegará a ganar el candidato por
abrumadora mayoría y que eso a su vez, implicará que estuvieran
sobrerrepresentados en el Congreso, el partido entonces trasladaría los deseos
personales del presidente en turno a las otras instituciones, tal como ha
sucedido en diversos países de América Latina, de tal manera que incluso
llegarán a copar el Poder Judicial, entonces si nos enfrentaríamos a un grave
debilitamiento institucional, tal como sucede en el caso de Venezuela.
Los
anteriores factores o escenarios, no se ven tan viables en el caso de EEUU,
desde el segundo período de Bush a la fecha, no ha habido una mayoría del
partido del presidente en el poder en ambas cámaras, por lo que se han tenido
que hacer del cabildeo y la negociación el principal instrumento, y en
ocasiones por acciones ejecutivas, pero que incluso el poder judicial las ha
contenido. En el caso del partido Republicano, no se ha concebido como un
instrumento personal de Trump, incluso muchos de sus partidarios, han quitado
su apoyo al candidato (entre ellos el ex presidente George H. Bush, sin hacerlo
público), por lo que difícilmente tendría esa opción el candidato para
debilitar un sistema de institucional tan sólido como el norteamericano.
A
menos que Trump al perder, decida lanzar su canal de televisión, desacreditar
los resultados, irse por la vía independiente, para las próximas elecciones, o
construir su propio partido, y entonces hacer de su persona el principal
baluarte para ganar las siguientes elecciones, minando la credibilidad de los
partidos Republicano y Demócrata al decir que tramaron en contra de él para que
perdiera y que el sistema electoral y las instituciones no funcionan. Un
escenario así, entonces si haría debilitar el sistema institucional
estadounidense.
Pero
más allá de los escenarios posibles, si es importante señalar que los discursos
de las figuras públicas, su apego a la institucionalidad y legalidad,
fortalecen la confianza en un sistema democrático, claro sin que eso evite
hacer las críticas pertinentes y hacer
las mejoras para fortalecerlo, pero llevarlas al grado de que las instituciones
bajo las cuales se compite y participa están a modo para ciertas personas o
grupo, y que sólo ellos pueden hacer a “América grande otra vez” o “salvar al
pueblo”, hacen que una parte del electorado, conciba que un sistema democrático
dependa de una persona y no de un sistema institucional.
La
política de lo personal en una campaña electoral, concibe a las personas como
el factor más valioso de las elecciones, ignora las ideas y propuestas, y pone
en un plano de lo moral y de lo privado a las figuras públicas, se renuncia al
escrutinio público de las propuestas y se pierde en el cotilleo, alienta la
idea de que las personas son más relevantes que los propios sistemas
institucionales, y paulatinamente debilita los sistemas democráticos, más aún
cuando los ganadores hacen de las instituciones su instrumento personal.