21 de octubre de 2016

Trump vs Clinton. La política de lo personal.

Analizar la actual campaña electoral en Estados Unidos (EEUU), implica revisar cuáles han sido los principales temas que han estado presentes para atraer al electorado estadounidense y así poder hacer un contraste sobre lo que ha imperado en esta campaña.

Revisando las campañas electorales de los últimos dos decenios, uno puede darse cuenta que han dependido en gran medida del contexto a nivel internacional y de la economía interna, durante la campaña de Bill Clinton vs George H. Bush, el tema principal fue el fin de la guerra fría, un rediseño de la política exterior con una posición más de aliado más que de interventor (invasor), así como la intervención en Kuwait y la confrontación con Saddam Hussein, tan bien es cierto que salieron temas a relucir como los affaires de Bill Clinton, y su uso de mariguana, pero estos no tuvieron mayor resonancia. En la siguiente campaña B. Clinton vs Bob Dole, dependió más de temas relacionados con la política interna, la seguridad social y el crecimiento económica, a nivel internacional no había mucho que debatir. La competencia Al Gore vs George W. Bush, se centró en temas domésticos como seguridad social, y en particular recuperar el “honor” del titular de la Casa Blanca a raíz del caso “Lewinsky” con el presidente Clinton. En la campaña de George W. Bush vs John Kerry, el tema estuvo prácticamente centrado en la política exterior, principalmente en la invasión en Irak, y la manera en cómo estaba siendo manejado y la seguridad nacional, fueron los principales temas. En la de Barack Obama vs John McCain, el tema del manejo de la intervención en Irak, así como la crisis económica, de nuevo la seguridad social fueron los principales temas. En la siguiente campaña Barack Obama vs Mitt Romney, los temas estuvieron centrados en temas internos, sobre todo lo que tiene que ver con el crecimiento económico y el ObamaCare.


Como se puede observar los temas que han estado presentes en las diferentes campañas, el tema del papel militar en el exterior de EEUU, así como su economía y temas de política interior y seguridad nacional han tenido un papel preponderante en la manera en cómo se maneja, se explota o se manipula algún tema en particular.

Sin embargo, en la presente campaña electoral, ha tenido una singularidad, por dos factores principales, el primero es que el candidato republicano, es alguien que proviene fuera de las líneas republicanas, es decir, no ha sido un político de carrera del partido como los otros candidatos, aunado a la personalidad polémica y mediática; el segundo, es que la candidata demócrata, es la esposa del ex presidente Bill Clinton, quien tuvo una presidencia eficiente y reconocida en diversos temas, pero también con escándalos sexuales, en particular, el caso “Lewinsky”, y que la candidata ha tenido que manejar la carga negativa más que la carga positiva de la administración de su esposo. Estos han sido los principales elementos han guiado esta campaña, porque mientras que las otras se centraron en la política interior o exterior, ésta se han centrado en la persona de cada uno de los candidatos, y la debilidad o descredito de uno es la fortaleza del otro.

En el caso de Trump, su evasión de impuestos, así como sus actos y declaraciones misóginas, así como las insinuaciones de agresión sexual han sido el principal platillo de la campaña de Hillary Clinton, lo cual ha debilitado al candidato republicano y ha atraído votos hacia la demócrata. No obstante, el mal manejo de los correos como Secretaria de Estado, los affaires de su esposo y las filtraciones de los correos de los demócratas, que la dejan ver como alguien que utiliza todos los medios para conseguir lo que quiere, han restado la credibilidad de la candidata, en particular en un sector, más liberal, independiente y también el de un sector más ligado a la izquierda, y que en su momento apoyaron fuertemente al precandidato Bernie Sanders.

Es así que uno de los principales elementos de esta campaña es concebir a las personas como la principal fortaleza o debilidad de la campaña, más allá de las propuestas e idea de gobierno que tengan en su plataforma. Es cierto, que los dos candidatos han delineado parte de sus propuestas, de entre las que destacan por parte del republicano: cambios en el manejo de la política exterior con respecto a la OTAN, en cuanto a aportaciones económicas (limitar los recursos que se aportan y que los otros países aporten más), o en establecer una relación más de colaboración con Rusia, en particular, con Vladimir Putin; en construir un muro que cubra toda la frontera de México-EEUU; de hacer revisiones a personas de religión musulmana o provenientes de Medio Oriente, para ver sino pueden ser radicales islámicos y que cometan atentados en EEUU, entre otras; por parte de la demócrata, destaca el revisar ciertos puntos sobre el TLCAN con México y EEUU, y establecer una política de mayor proteccionismo; tener una política de mayor alianza con los países europeos y contener el avance de ISIS y de Rusia en Medio Oriente; seguir la misma política de B. Obama en materia de inteligencia militar y su desarrollo tecnológico, para evitar mandar más tropas; por otra parte, tratar de recuperar algunas propuestas de Bernie Sanders en lo que tiene que ver con becas y acceso a nivel superior para evitar los grandes endeudamientos de los estudiantes.

A pesar de lo irrealizables o poco innovadoras de algunas de sus propuestas, éstas no han salido a relucir en la campaña, más bien lo que ha tenido un peso significativo, es la persona y la personalidad de los candidatos. Trump ha utilizado los dichos de B. Sanders, al decir que H. Clinton “no tiene buen juicio”; por otra parte, la relación que tiene con prominentes financieros, como Warren Buffet, implica que los beneficiaría y que por eso financian su campaña; ha dicho que le falta carácter (stamina) para poder ser presidenta; otro elemento que ha explotado el republicano es el manejo de correos por parte de la Secretaría de Estado, señalando incluso que si él llegará a ser presidente ella estaría encarcelada. Por su parte, Hillary Clinton, ha explotado las diversas declaraciones que Donald Trump ha hecho sobre las mujeres, tales como que una mujer embarazada es “inconveniente” para los negocios; de que está en contra del aborto, y que incluso quienes lo hagan deberían tener algún tipo de castigo; así como su participación en reality shows; las recientes grabaciones en los que señala que él puede tocar sexualmente a las mujeres sin inconveniente; de igual modo, su “ingenio” que él tiene para pagar mínimos o evadir impuestos, así como su explosivo carácter que lo hacen ver (lo que en el fondo es) como autoritario y visceral.


Lo anterior nos hace analizar ¿cuáles son las implicaciones de que las campañas y la política electoral esté centrada en las personas y no en las plataformas de campaña?, y ¿qué impacto tiene en la consolidación o debilitamiento de un sistema democrático e institucional?

En lo que concierne a la primera cuestión, la respuesta es casi evidente, las propuestas de campaña dejan de estar en primer plano, no son diseccionadas y analizadas, y no se puede avizorar de manera clara cuál será el plan de gobierno que tendrá el próximo presidente(a). Si bien es cierto, que la mayoría de las campañas electorales en la mayoría de los casos, están basados en slogans y propuestas fáciles, es cierto, que en el momento en que los medios de comunicación, en particular la prensa, medios de análisis, centros de pensamientos y articulistas hacen una revisión de éstas, las pueden hacer accesibles y analizables a una gran parte del electorado. En el caso de esta campaña, la prensa y ciertos centros de pensamiento, han analizado algunas de las propuestas de Trump y Clinton, en la cual en la mayoría de los casos, sale mal parado el primero, éstas prácticamente han pasado desapercibidas para gran parte del electorado.

También visto desde una óptica política y de gobierno, la pulcritud y probidad de la vida personal de alguien, no se traduce de manera directa en capacidad para ser un buen servidor público o hacer un buen gobierno. En cambio la capacidad, conocimiento y liderazgo político y el manejo adecuado de sus funciones como servidor público, si pueden ser factores que lo determinen más allá de su vida personal. No obstante, alguien pudo haber sido un servidor público con una carrera pública intachable, pero eso no significa que tenga todas las actitudes, y en particular para una presidencia como la de EEUU, que es pragmática, realista y en ocasiones amoral.

Si valoramos a las personas desde el ámbito de lo personal o de lo público, tendría que estar relacionado con las funciones que se quería capaz de generar para el puesto que encabezaría, en este caso una presidencia, que requeriría conocimiento sobre política exterior, diplomacia, cabildeo, negociaciones, liderazgo, capacidad para conformar un buen equipo de trabajo, experiencia en el servicio público y manejo apegado a lo que establece la ley. Esto definirían a una persona que cubre las características más relevantes para ocupar una posición de tal magnitud. Esto no significa que alguien que en lo particular es misógino, xenófobo, autoritario o incluso con actitudes delictivas deban pasar desapercibidas para ocupar un cargo público, pero es importante señalar que un político al llegar al poder, el contexto y el sistema institucional contienen su persona y lo llevan a tener que ser más realista y pragmático más allá de sus propias ideologías o personalidad.


Pero centrarnos sólo en ello, sería pensar que una presidencia y un gobierno, se componen de una sola persona, cosa que no corresponde a la realidad, por lo que vale la pena revisar cuál es la plataforma de gobierno que se tiene ideada y que se pretende implementar, que desafíos está observando en materia económica, política exterior, política social, seguridad exterior e interior, entre otras. No hay claridad sobre la propuesta económica de ambos candidatos, se desconoce la manera en cómo generarán más empleos, de manera específica y con planes a largo plazo, cómo se rediseñará la relación Medio Oriente-Rusia, cómo se establecerán medidas para los nuevos y viejos acuerdos comerciales, qué se hará para enfrentar a largo plazo temas ambientales como el del calentamiento global, se desconoce que tipo de relación se establecerá ahora con Cuba y con Latinoamérica, habrá una nueva era o se dará continuidad a lo hecho por la administración de Obama, qué temas se proponen en cuánto al abuso policial hacia la comunidad afroamericana, y cómo se pretende saldar a largo plazo las tensiones raciales que siguen presentes en ese país, qué se pretende hacer en materia de regulación financiera para evitar que suceda una crisis como la de 2008 y qué alianzas o mecanismos se generarán a nivel internacional para la regulación financiera, así como para hacer frente al lavado de dinero, qué tipo de política se tendrá sobre las drogas, seguirá la del prohibicionismo a nivel internacional, o se seguirá la que el propio EEUU la de la legalización de ciertas sustancias, y por ende el apoyo a esta tendencia a nivel regional. Son una serie de interrogantes que han quedado en el limbo, porque lo que ha importado más es saber si Trump tiene más declaraciones misóginas o si saldrá una nueva filtración de algún correo que revele la avaricia de poder de Hillary Clinton.

En lo que corresponde a la segunda pregunta, sobre el debilitamiento o fortalecimiento de un sistema institucional centrado en lo personal, la respuesta no es tan inmediata, porque un sistema institucional sólido puede sobreponerse al personalismo de los candidatos o políticos, como es el caso de los EEUU, las tensiones generadas a base de insultos o descalificaciones de la persona, son intranscendentes en un sistema que cuenta con sistema de partidos, elecciones y un sistema electoral confiable y transparente, intrascendentes en el sentido en el que no dañan su credibilidad, ni implicarían que tendrían que ser puestas a modo, dado que tienen un congreso y un sistema judicial que puede contener las aspiraciones autoritarias o populistas del Ejecutivo.

Lo que haría debilitarlos en el sentido de su credibilidad, es que el oponente que pierde, no acepte la derrota, y haga señalamientos de fraude o manipulación de las elecciones, tal como ocurrió en el caso de México, en la campaña del 2006, cuando el candidato perdedor Andrés Manuel López Obrador, arguyo un “fraude electoral”. Si bien, esto no significó el derrumbamiento de un sistema institucional democrático, si lo debilitó en términos de su confianza, esto es lo que podría lograr Trump, si es que como lo dijo en el último debate, dejará en suspenso si acepta o no los resultados de la elección.

Sin embargo, lo que puede debilitar institucionalmente a un sistema democrático es que el partido que nomine a un candidato se centre en la persona como medio para competir y formar parte del sistema partidario-electoral, porque entonces se construiría una institución a modo de una persona, y al interior de este partido no se establecerían reglas institucionales y no estarían basadas en el marco que los regula, sino en la persona que los lidera. Otro aspecto, que debilitaría un sistema democrático, es que si llegará a ganar el candidato por abrumadora mayoría y que eso a su vez, implicará que estuvieran sobrerrepresentados en el Congreso, el partido entonces trasladaría los deseos personales del presidente en turno a las otras instituciones, tal como ha sucedido en diversos países de América Latina, de tal manera que incluso llegarán a copar el Poder Judicial, entonces si nos enfrentaríamos a un grave debilitamiento institucional, tal como sucede en el caso de Venezuela.


Los anteriores factores o escenarios, no se ven tan viables en el caso de EEUU, desde el segundo período de Bush a la fecha, no ha habido una mayoría del partido del presidente en el poder en ambas cámaras, por lo que se han tenido que hacer del cabildeo y la negociación el principal instrumento, y en ocasiones por acciones ejecutivas, pero que incluso el poder judicial las ha contenido. En el caso del partido Republicano, no se ha concebido como un instrumento personal de Trump, incluso muchos de sus partidarios, han quitado su apoyo al candidato (entre ellos el ex presidente George H. Bush, sin hacerlo público), por lo que difícilmente tendría esa opción el candidato para debilitar un sistema de institucional tan sólido como el norteamericano.

A menos que Trump al perder, decida lanzar su canal de televisión, desacreditar los resultados, irse por la vía independiente, para las próximas elecciones, o construir su propio partido, y entonces hacer de su persona el principal baluarte para ganar las siguientes elecciones, minando la credibilidad de los partidos Republicano y Demócrata al decir que tramaron en contra de él para que perdiera y que el sistema electoral y las instituciones no funcionan. Un escenario así, entonces si haría debilitar el sistema institucional estadounidense.

Pero más allá de los escenarios posibles, si es importante señalar que los discursos de las figuras públicas, su apego a la institucionalidad y legalidad, fortalecen la confianza en un sistema democrático, claro sin que eso evite hacer las críticas pertinentes y  hacer las mejoras para fortalecerlo, pero llevarlas al grado de que las instituciones bajo las cuales se compite y participa están a modo para ciertas personas o grupo, y que sólo ellos pueden hacer a “América grande otra vez” o “salvar al pueblo”, hacen que una parte del electorado, conciba que un sistema democrático dependa de una persona y no de un sistema institucional.

La política de lo personal en una campaña electoral, concibe a las personas como el factor más valioso de las elecciones, ignora las ideas y propuestas, y pone en un plano de lo moral y de lo privado a las figuras públicas, se renuncia al escrutinio público de las propuestas y se pierde en el cotilleo, alienta la idea de que las personas son más relevantes que los propios sistemas institucionales, y paulatinamente debilita los sistemas democráticos, más aún cuando los ganadores hacen de las instituciones su instrumento personal.

  

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