Todas las afrentas, todos los
lemas, todos los rostros caben en el ideario del descontento. No importa que
estos se contravengan, lo que importa es que se está inconforme contra un ente
culpable y verdugo de todos los males.
Es el descontento contra “el
sistema”, “los medios”, “el Gobierno”, “el capitalismo”, “el fraude”, “la
imposición”, etc., todo cabe siempre y cuando no quepa en el lado de la
inconformidad. La movilización, la protesta, las “masas”, se erigen como
tribunal que establece el lindero entre el bien y el mal, entre el libertador y
el opresor.
Pero el enemigo, los enemigos, se
transmutan, se redimen; dejan de ser los opresores o traidores para convertirse
en los aliados, y en un momento se anula la memoria. Porque el descontento
acoge todo lo que le sirva para defender su causa -¿cuál? La que ellos dicten-.
El descontento desconfía de la
crítica adversa, de la crítica que se dirige contra ellos. Es vista como la
ideología del sistema, quienes la profieren, son los “intelectuales orgánicos”.
Se dicta sentencia inculpatoria, la crítica se exilia, se le manda a la picota
del insulto.
La unión entre miles de voces
discordantes pero unidas contra Otro “perverso”, las diluye. La “causa” se
vuelve todas y ninguna. Son los enemigos de su propia causa. El descontento
sólo borbota para volverse a apagar en la nada.
El “líder moral” se congracia con
el descontento. Ve en él, el voto que lo elige. Oye una voz divina entre éste,
que le manda a seguir luchando por los oprimidos, pobres, gays, lesbianas,
transexuales, indígenas, mujeres, jóvenes, niños, trabajadores, las
trabajadoras del hogar, los migrantes, las sexoservidoras, la libertad de
expresión, la democracia, el Pueblo. En él se encarna la indignación de miles y
variopintos excluidos.
El descontento unge a su
representante en cada marcha. Puede ser diferente, todo depende del momento o
pueden ser varios a la vez, puede ser él mismo. El descontento será legítimo y
reconocido siempre que se oponga a un Otro inaprensible, pero eterno, que
siempre ha estado ahí fustigando y oprimiendo al más “débil”.
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