Desde que México ha arribado a un
sistema democrático en el ámbito político-electoral, se han generado
expresiones de descontento hacia éste, tanto de corrientes de izquierda como de
derecha. Sin embargo, de manera más creciente y visible, la izquierda y un
sector importante de la sociedad que simpatiza con ésta, ha hecho suyo este descontento. Las
elecciones de 2006 y la de este año, han generado un malestar profundo, tanto a
la forma en cómo están regulados los partidos y los procesos electorales, así
como hacía otros actores que cada vez se han vuelto más visibles. ¿Qué factores
han generado que estos sectores de la sociedad se sientan insatisfechos con el
sistema democrático?
Varios analistas han apuntado,
que los factores se deben a que a la democracia, se le han cargado demasiadas
expectativas, que por sí misma, le es imposible de cumplir, como mayor empleo,
mejores condiciones laborales, mayor y mejor educación, en general la mejora de
las condiciones socioeconómicas. Si bien este es un factor importantísimo, yo
apuntaría hacia otro elemento, que va asociado con la impunidad, pero que se
encuentra sobre todo en el ámbito de lo simbólico.
El año de 1968, fue un punto de
quiebre sobre el equilibrio que había entre sociedad y gobierno, aunque había
diferentes sectores que se encontraban en conflicto con la sociedad, estos eran
reducidos y en su mayoría de regiones rurales. En este año de efervescencia
juvenil, los protagonistas fueron en su mayoría sectores estudiantiles de zonas
urbanas. Veían el autoritarismo como un desfase entre una sociedad cada vez más
cambiante y moderna, y un sistema político monolítico y anticuado. El asesinato
de cientos de estudiantes, el 2 de octubre de ese año, representó un agravio a
gran parte de la sociedad, y la definitiva ruptura de un pacto social con el
sistema político.
Las guerrillas y la guerra sucia,
fueron reflejo de cómo se fueron agudizando las relaciones entre sociedad y
gobierno. Esta tensión tuvo una relajación con las reformas políticas que se
hicieron en 1977 y las consecuentes, para abrir paso a la pluralidad política.
No obstante, el fraude electoral de 1988, volvió a tensionar a una parte de la
sociedad con el gobierno, hasta llegar al levantamiento zapatista de 1994. Si
bien este último enarbolaba otras causas más allá de la demanda de
democratización, en gran parte era producto de ese descontento social que se
había venido acumulando del sistema priista.
Con el triunfo de Cuauhtémoc
Cárdenas en 1997 como Jefe de Gobierno de la Ciudad de México por parte del PRD
y el arribo en 2000 de Vicente Fox, como presidente de la república,
proveniente del PAN, se volvió a establecer un clima de reconciliación
nacional. No obstante, dentro de los principales desafíos que tenía este
último, era desmontar el sistema autoritario que había generado el PRI y
resarcir los agravios sociales, a través de sancionar y castigar a los
responsables de los excesos de poder y de las violaciones de derechos humanos,
que había padecido una gran parte de la población: estudiantes, campesinos,
indígenas y mujeres.
La Comisión de la Verdad que se
creó para investigar y castigar “los crímenes del pasado”, resultó una primera
esperanza para restaurar plenamente el equilibrio entre sociedad y gobierno. No
obstante, terminó en decepción, se investigó pero no se sancionó a los principales
responsables. Por otra parte, los derechos sociales que se requerían para contribuir
a esa reparación de daño, tampoco se generaron, por ninguno de los tres poderes
de la Unión.
Asimismo, el gobierno no reformó
a fondo el sistema político que le había heredado el PRI, al nuevo gobierno, de
tal modo, que todo termino por verse como una negociación entre el viejo y
nuevo régimen. El signo que quedó como distintivo de la democracia, era la
impunidad.
Frente a esta imagen, el gobierno
o los gobiernos emanados del PAN, bien
pudieron generar actos que fueron simbólicos para la sociedad, que aunque no se
castigará desde la vía judicial a los responsables de crímenes y de violaciones
de derechos humanos, si se pudieran generar espacios o memoriales simbólicos
que fueran significativos para la sociedad.
Argentina y Chile, son ejemplos
de cómo la democracia, generó satisfactores sociales, a pesar de que tienen
todavía enormes deudas que cubrir. Pero al menos en lo que corresponde a los
castigos, hacia actores responsables de innumerables actos ominosos hacia la
sociedad durante las dictaduras, se hicieron tanto desde el ámbito judicial
como simbólico. Chile recordó de manera significativa con Ricardo Lagos el 11
de Septiembre de 1977, a pesar de que no se castigó a Pinochet y a gran parte
de sus colaboradores. Argentina, ha dictado sentencias condenatorias en contra
de militares responsables de los agravios durante las dictaduras, e hizo de la
Escuela Mecánica de la Armada, un memorial para que actos cometidos por
militares, fueran recordados y condenados socialmente.
En lo particular, considero que
en la medida en que no haya actos y espacios que sean simbólicos para la
sociedad, en donde se restaure la dignidad y la memoria de las personas, que
les fueron violados sus derechos o arrebatada su vida, por diversas de causas -
y a pesar de que no estemos de acuerdo con ellas-, gran parte de la sociedad,
en particular los que simpatizan con la izquierda, pero en general toda la
sociedad, seguirán sintiendo una insatisfacción con el sistema democrático, lo
que en ocasiones puede derivar en conflictos más agudos, como las guerrillas de
los 70 o más reciente la de los 90.
Sin embargo, la generación de
derechos sociales hacia los sectores más desfavorecidos, restauran mucho más el equilibrio social y tienen un efecto a más largo plazo.
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